¿Qué presión deben llevar mis neumáticos?

La presión ideal que deben tener los neumáticos de nuestro vehículo es indicada por el fabricante. Podremos encontrarla en el manual del vehículo y, normalmente, en una pegatina en el marco interior   de las puertas del coche. Nos indicará la presión ideal en función de la carga que lleve el coche, estableciendo unos márgenes, inferior y superior, que no deben ser sobrepasados. 

Llevar una presión idónea contribuye a nuestra seguridad aumentando el agarre, especialmente en condiciones adversas, y a conservar en buen estado de las gomas, evitando un desgaste excesivo e   incluso deformaciones del mismo. También maximizaremos la capacidad de frenado de nuestro vehículo y reduciremos el consumo de combustible y el ruido de rodadura.

Por todo ello es aconsejable revisar la presión de nuestras ruedas con regularidad. Esta medición debe hacerse siempre con los neumáticos en frío, puesto que el calor producido durante la rodadura se producen   expansiones y contracciones de los materiales del neumático y del propio aire que contienen, dando como resultado diferentes lecturas en la medición de las presiones respecto a cuando se hacen con las gomas en   frío, con sus componentes estabilizados.

¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes del Inflado con nitrógeno?

En los últimos años se ha generalizado el uso del nitrógeno para el inflado de neumáticos especialmente en el mundo de la competición automovilística, así como en otros sectores altamente profesionalizados.

Pero ¿es ventajoso utilizarlo en nuestros vehículos?

Antes de exponer los pros y los contras, hemos de saber que el aire está compuesto por un 78% de nitrógeno, 21% de oxígeno y un 1% de otros elementos. El inflado con nitrógeno puede llegar a un valor cercano  al 99% de este elemento. Por tanto, la diferencia de cantidad de nitrógeno entre un inflado tradicional, con aire, y uno con nitrógeno es de un 21%.

Ventajas

Las ventajas del inflado con nitrógeno provienen de las propiedades químicas de este elemento. 

En primer lugar, está el tamaño de las moléculas de nitrógeno. Éstas son un 7% mayores que las de oxígeno. En teoría, esto reduce, si bien no elimina, las posibilidades de escape de moléculas del neumático, con la consiguiente pérdida de presión. 

Por otro lado, a un neumático inflado con nitrógeno se le supone una mayor estabilidad térmica, siendo menos susceptible al sobrecalentamiento, con las ventajas que ello aporta a la estructura del neumático.

Por último, al no contener oxígeno, se evita la posibilidad de oxidación de la parte de la llanta que está en contacto con el interior del neumático. Hoy día esto no debería ser un factor para nuestra decisión, puesto que los materiales de las llantas actuales suelen ser inoxidables. Además, siempre habría una mayor oxidación en el exterior de la llanta, expuesta a la intemperie, que en el interior del neumático inflado con aire.

Inconvenientes

El inflado con este gas representa un coste de entre 3 y 5€ por rueda. Teniendo en cuenta que el inflado con aire es gratuito, supone un incremento que, aunque no sea un desembolso desmesurado, debemos tener en cuenta.

También hay que tener en cuenta que los puntos de inflado con nitrógeno en nuestro país no suelen abundar. Por lo tanto, podemos necesitar restablecer la presión de nuestras ruedas y no encontrar un punto de servicio cercano, por lo que tendríamos que hacerlo con aire, perdiendo las propiedades adquiridas mediante el inflado con nitrógeno.

Estas son los principales puntos que debemos sopesar antes de tomar la decisión de cómo vamos a inflar nuestros neumáticos. Elijas la que elijas, haz revisiones periódicas de la presión de tus ruedas y asegúrate de mantenerlas en los márgenes adecuados. Evitarás desgastes excesivos y elevar el consumo de combustible y te aportará una mejor adherencia y capacidad de frenado, redundando en tu propia seguridad.

¿Cómo funciona el sistema de control automático de la presión de los neumáticos?

La supervisión periódica de las presiones de nuestros neumáticos es una práctica muy recomendable, pero un gran porcentaje de conductores no lo hacen de forma regular. 

El control de presión de neumático, también conocido por sus siglas en inglés TPMS (Tire Pressure Monitoring System), es un elemento de seguridad activa integrado en el vehículo, el cual nos permite saber, generalmente a través del display del salpicadero, si la presión que tienen nuestros neumáticos es la adecuada sin necesidad de tener que revisarlas de modo manual.

Sabemos que los neumáticos tienen una franja de presión en la cual trabajan de forma idónea, proporcionándonos más adherencia, mejor respuesta al frenado, menor consumo, menor desgaste, etc. Todo ello redunda en nuestra comodidad, seguridad y ahorro. Por ello es muy importante mantener nuestros neumáticos con la presión adecuada, proporcionada por el fabricante.

El TPMS monitoriza la presión que tienen nuestras ruedas emitiendo avisos, de tipo visual o acústico, en caso de que alguna de las presiones descienda por debajo del mínimo aconsejable. 

Cabe destacar que hay 2 sistemas de control de presión:

Activo o directo

Es el control más avanzado, dotado de sensores individuales para cada rueda. Estos sensores tienen su propia batería y envían la información recogida a la centralita a través de radiofrecuencia. Ésta interpreta los datos y nos informa de las presiones e incluso las temperaturas de cada neumático en tiempo real. 
Cuando cambiamos nuestros neumáticos, se deben reposicionar los sensores en los nuevos, generalmente instalados en las válvulas, y recalibrarlos para asegurar su correcto funcionamiento.

Pasivo o indirecto

En este caso no hay sensores de presión individuales en cada rueda. Este sistema se basa en la información recogida por los sistemas ABS y ESP. Cuando un neumático baja de presión su circunferencia disminuye y gira más rápido. Éstas variaciones son captadas por el sistema y determinan cuándo hay un problema de presión. 
A diferencia del sistema activo, con sus sensores individualizados, el pasivo no informa en que rueda se ha producido el problema, ni el nivel exacto de presión y, además, es menos susceptible a las pequeñas pérdidas, tardando más tiempo en detectar las bajadas de presión reales.

A pesar de contar con estos sistemas, es recomendable comprobar manualmente de manera regular las presiones de nuestras ruedas. Éstas deben ser medidas siempre en frío, para recoger unos valores reales, que no se hayan visto alterados por las variaciones de temperatura tras la rodadura.

 

 

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